La muerte necesaria: hacia una desposesión creativa
12 de marzo de 2025I. Genealogía de un fantasma: la autoría como accidente histórico
La noción de autoría individual que defendemos con fervor casi religioso nació de dos herejías históricas:
- La traición a las musas (Grecia clásica): Los poetas se atribuyeron inspiraciones divinas, inaugurando el culto al «genio» como médium privilegiado. Curiosa paradoja: reclamaban originalidad negando su propia agencia creativa.
- La alianza impía (s. XV): La imprenta necesitó inventar al «autor» para proteger inversiones editoriales, como bien señala Vásquez Leal. El copyright nació como herramienta mercantil, no como derecho natural.
El Renacimiento completó el mito: el artista-humanista sustituyó a Dios como ex nihilo creator. Pero como muestra la obra citada, ni siquiera el Convenio de Berna (1886) logra definir jurídicamente la autoría sin contradicciones: ¿Cómo conciliar el «principio personalista» con las works made for hire donde el autor es quien paga, no quien crea?
II. La gran estafa metafísica: propiedad intelectual vs. argumento de autoridad
La defensa acérrima de la propiedad intelectual se sustenta en un equívoco deliberado: confundir reconocimiento (autoridad epistemológica) con posesión (control económico). Dos caras de Jano que debemos desacoplar:
Autoría como marca de calidad (argumento de autoridad):
Sabemos que citar a Darwin importa no por derechos patrimoniales (extinguidos en 1882), sino por su valor científico probado. La comunidad académica ya opera así: el peer review valida ideas, no registros de propiedad.
Propiedad como ficción útil (pero no sagrada):
Las excepciones legales analizadas por Vásquez Leal (obras colaborativas, creaciones corporativas) demuestran que el derecho siempre negoció entre idealismo romántico y pragmatismo económico. La IA simplemente radicaliza esta tensión.
El verdadero escándalo no es que ChatGPT escriba poemas, sino revelar que nuestro sistema legal protege más al holding Disney (con Mickey Mouse como «autor» corporativo eterno) que a los creadores humanos cuyos derechos expiran tras su muerte.
III. Esquizofrenia digital: de la apropiación indebida a la fertilización colectiva
La cultura memética actual opera bajo lógicas pre-imprenta:
Remix como nueva oralidad: Un TikTok de 15 segundos puede contener 12 capas de cita/reinterpretación, desafiando cualquier noción lineal de autoría.
Algoritmos como escribas posmodernos: Las IA generativas son el equivalente secular a las musas griegas: «inspiran» contenidos cuyo origen se difumina entre prompt humano y parámetros de código.
Como apunta Vásquez Leal, ni siquiera el marco legal más estricto (Ley española) puede detener esta marea. La solución no está en forzar la IA en categorías obsoletas, sino en aprender de la historia:
Modelos híbridos inspirados en tradiciones no occidentales:
El copyleft indígena: muchas culturas mesoamericanas consideraban el conocimiento patrimonio colectivo, aunque reconocían a chamanes o sabios como custodios temporales.
La ética hacker: producción comunitaria donde el mérito se mide por contribuciones verificables, no por derechos de exclusividad.
IV. Conclusión: matar al padre (para salvar al hijo)
La muerte de la autoría no implica el fin del creador, sino su liberación de un corsé legal diseñado para máquinas de vapor. Los ejemplos analizados por Vásquez Leal (coautorías, obras por encargo) ya mostraban el carácter poroso de este concepto.
Tres principios para el posautor:
- Atribución sí, propiedad no: Reconocer fuentes y contribuciones sin monopolizar usos futuros (modelo Creative Commons 4.0).
- Autoridad por validación comunitaria: Como en el software open-source, donde el prestigio surge de la utilidad social, no de registros legales.
- Derechos morales intransferibles, patrimoniales temporales: Proteger el vínculo persona-obra sin eternizar rentas corporativas.
La IA no destruye la autoría: nos fuerza a admitir que siempre fue un fantasma. Como escribió Borges (que plagiaba a Quevedo plagiando a Séneca): «Un autor merece que lo juzguemos por lo mejor que ha dado, no por lo peor». Quizá el verdadero homenaje a la creación sea dejarla fluir.
Referencias: